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“¿Quiénes son los anabautistas?” Tomo VIII:152-156 [SD (Nov-dic 2013), 8-12]
Por:  Dr. Donald T. Moore

A veces los anabautistas o anabaptistas[1] son identificados como la Reforma Radical de la Reforma Protestante del Siglo XVI. Pero, ¿por qué son identificados como radicales? Porque es la clasificación para los grupos religiosos o sectas que rechazaron la corrupción en la Iglesia Católica Romana de Europa y propusieron cambios aún más radicales que los reformadores más conocidos hoy como Martin Lutero de Alemania,[2] Ulrico Zwinglio de Suiza y Juan Calvino de Ginebra.[3] Estos líderes querían reformar la Iglesia Católica hasta cierto punto, pero retuvieron otras prácticas como la unión de la iglesia con el estado y el bautismo de los infantes, pues así  también los ciudadanos del estado formaron la iglesia. Los anabautistas rechazaron la unión del estado con la iglesia e insistieron en una doctrina del bautismo muy radical para la época, pues únicamente los adultos, tanto hombres como mujeres, que eran creyentes en Cristo podrían ser bautizados. Además, promulgaron la expansión de la obra misionera en varios países europeos.

            El libro clásico sobre ellos de George Huntston Williams[4] los divide en tres grupos: los anabautistas evangélicos o bíblicos, los revolucionarios y los contemplativos. El grupo que más se parece a los bautistas de hoy son los evangélicos o bíblicos. Los anabautistas se extendieron a varios países de Europa como Alemania, Francia, Suiza, Austria y la República Checa y hoy se encuentran en otros países europeos y aun en los países del Norte y Sur América y Puerto Rico. Cuando hablamos de los anabautistas no estamos trazando un linaje de los bautistas mediante el bautismo por inmersión o de adultos desde los tiempos de Juan el Bautista, sino son un ejemplo de los muchos grupos a través de los siglos que cuestionaron las tradiciones católicas en diferentes épocas y lugares y rechazaron el bautismo infantil y sus implicaciones[5] y además recobraron Mateo 28:19-20 como un mandato misionero para su día. Creyeron que el estado no debería interferir con la iglesia y que todos los pueblos, sean católicos, protestantes, musulmanes o judíos, deberían tener la libertad de culto. Lo parecido del nombre, lo cual se traduce como “re-bautizadores,” no quiere decir que eran bautistas como los de hoy. Por eso, algunos prefieren llamarlos “primos” lo cual es preferible por ahora. No obstante, hay mucho más afín entre nosotros y ellos que entre ellos y los seguidores de los tres grandes reformadores Lutero, Calvino y Zwinglio del continente europeo. Estos líderes protestantes que protestaron contra la Iglesia Católica continuaron las prácticas de la Iglesia Católica Romana europea y tenían en común además, el uso del estado para obligar la conformidad a la religión del gobernante de su territorio. Así ellos persiguieron a los anabautistas.

            ¿Quiénes hoy se clasifican como anabautistas? Los más conocidos son los Menonitas, los Amish, los Hermanos y otros. Algunos de sus líderes fueron Conrad Grebel, Félix Manz, Georg Blaurock, Balthasar Hubmaier, Michel Sattler, Pilgram Marpeck y Mennon Simons.

Su origen

            En sus orígenes tienen como principal vínculo histórico a Ulrico Zwinglio (1484-1531 d.C.) porque al principio estudiaron el Nuevo Testamento en griego bajo su tutela en Zúrich en Suiza. Al paso del tiempo en sus estudios entendieron la enseñanza escritural que la comunión no era salvífica sino un memorial. Al cuestionar el bautismo infantil sus estudiantes abrazaron el bautismo del creyente que encontraron en la Biblia. Esto fue contrario a Zwingli que mantenía que el bautismo era un signo del pacto parecido a la circuncisión y un rito necesario para ser un ciudadano del estado y el reino de Dios. La diferencia entre el maestro-pastor y sus estudiantes era tan aguda que en enero 1525 el Concilio (Asamblea) de Zúrich les dio un ultimátum para abrazar la posición de Zwinglio o irse o confrontar el castigo.

 El mismo mes un pequeño grupo clandestino de estudio bíblico, luego de un tiempo de oración intensa por la dirección espiritual y la  sabiduría de Dios, fueron bautizados después de hacer profesiones de fe. En este grupito de 35 que inició el movimiento Anabautista Suiza estaban Georg Blaurock, Conrad Grebel y Féliz Manz. Este acto ha sido denominado “el acto más revolucionario de la Reforma. Ningún otro suceso tan completamente simbolizaba el rompimiento con Roma. Aquí, por la primera vez en el curso de la Reforma, un grupo de cristianos se atrevieron formar una iglesia conforme a su entendimiento del  patrón neotestamentario. Los Hermanos subrayaron la necesidad absoluta de una entrega personal a Cristo como esencial para la salvación y un requisito previo al bautismo.”[6] Después de su bautismo observaron la comunión con el pan común y corriente y el vino; este acto contrastaba notablemente con la misa reformada en latín y con ropa clerical con “hostias” consagradas y sin vino. Este movimiento que diseminó el evangelio a otros países de Europa fue caracterizado como peligroso por los católicos, los reformadores y el estado. Su expansión rápida sufrió persecución, exilio, encarcelamiento y martirio. Vale la pena de recalcar que en general los anabautistas aceptaron como creencias medulares teológicas la sola escritura, el bautismo de creyentes, la iglesia compuesta de creyentes, el discipulado, la gran comisión y la libertad del culto. Más tarde, dos de los tres líderes principales sufrieron el martirio. En el caso de Manz en el 1527 en el río Limmat de Zúrich fue ahogado en el agua helado mientras cantaba: “En tus manos, Señor, yo entrego mi espíritu.” Fue el primer martirio a manos de los protestantes, pero otros sufrieron el mismo destino, pues se estima que 4,000 personas fueron martirizadas por los católicos y los protestantes.

Su evangelio de la cruz

            En vez de propagar un evangelio de prosperidad, compartieron en común una teología de la cruz que subrayaba la expectativa del sufrimiento como lo normal en la vida cristiana. Seguían el camino de la cruz conforme a la Escritura. El apóstol Pablo sufrió la pérdida de “todas las cosas” para que pudiera conocer a Cristo y “participar en sus padecimientos, para ser semejante a él en su muerte” (Fil 3:8-11 RVA). El apóstol Pedro escribió: “ya que Cristo sufrió dolor en su cuerpo, ustedes prepárense, adoptando la misma actitud que tuvo él y estén listos para sufrir también. Pues, si han sufrido físicamente por Cristo, han terminado con el pecado” (1 Pe 4:1 NTV). Jesucristo también invita a cada uno de sus seguidores a “abandonar su manera egoísta de vivir” y “tomar su cruz” (Mc 8:34 NTV). De manera que tan pronto como un creyente comenzaba a vivir como cristiano, no esperaba experimentar menos de lo que Cristo sufrió y de hecho nos dejó un ejemplo para que siguiéramos en sus pisadas.

 Los anabautistas no blanqueaban las privaciones e injusticias que tendrían que confrontar; tampoco sentían el placer por ellas. Al final de la jornada dura del sufrimiento les esperaba el confortamiento y el consuelo de Dios. Sufrían el temor y el pavor sabiendo que iban a morir, pero permanecieron fieles. Algunos pasaron semanas en la cárcel en el frío invierno de los Alpes sólo para ser decapitados y quemados. No obstante, tomaron la cruz de Cristo y sufrieron por el Evangelio. Las tropas designadas a buscar a los anabautistas los perseguían y los exiliaban. Algunos fueron ridiculizados, torturados, quemados con tenazas encendidas, tirados al agua repetidamente y encarcelados, expuestos a los elementos de la naturaleza y el hambre. Sus huesos fueron hechos pedazos y tornillos amartillados en sus dedos, sus lenguas y sus espinillas. Fueron decapitados, quemados y ahogados.

Los líderes de las iglesias católicas y protestantes los consideraban herejes y los magistrados temieron que su religión llevaría a la traición y a revueltas sociales. Torturaron a los anabaptistas para sacar recantaciones y los ejecutaban porque diseminaron lo que ellos denominaron una enfermedad espiritual que amenazaba las almas de sus feligreses.

No obstante, muchos anabautistas estaban dispuestos a sufrir por la verdad de la Escritura. Murieron como mártires con valentía y esperanza, deseando seguir a Cristo completamente. Para ellos rendirse completamente a Dios bajo la cruz significaba aceptar el sufrimiento, la persecución y la cruz, adentro y por fuera, la cual resultara inevitable y nadie iba a escapar el dolor que avecinaba a todos. “Tal es la escuela de Cristo al cual llama a todos que quieren convertirse en sus discípulos.”[7]

Las mujeres, igual a los hombres, sufrían y eso incluía a las jóvenes, las viejas, las madres, esposas, hermanas, casadas, solteras y viudas. Pero todas estaban dispuestas de ser fieles al verdadero evangelio, aun hasta la muerte. Sus enemigos recurrieron a toda clase de horrores para tratar de disuadirlas o acabar con ellas; las quemaban, las ahogaron, las mataron de hambre y las decapitaron. Algunas madres encadenadas a sus casas por años tenían que cocinar, remendar y criar a sus hijos, pero otras fueron ejecutadas dejando a los hijos huérfanos. A veces las mujeres sufrieron abuso sexual en las plazas públicas. Otras veces los atormentadores “tiraban el bebé del pecho de la madre, y lo botaron y después la abusaban sexualmente.” Aun a veces las ataron en bolsas y las ahogaron. Usaron tornillos para atravesar los dedos grandes y tornillos en sus lenguas.

 Las mujeres contaban como un honor derramar su sangre y se sometieron a las torturas con dignidad, en el nombre de su Señor y lo hicieron airosamente. Acataron a sus atormentadores con valentía, convicción y seguridad. Lo más triste fue que fueron ejecutadas por “cristianos” tanto católicos como protestantes. Los que estaban encargados de las iglesias estatales europeas buscaban, cogieron, torturaron y mataron a las anabautistas que rehusaron renunciar sus creencias que catalogaban herejías. “Con frecuencia familiares y amigos miraban mientras los verdugos rellenaron pólvora en los pechos de sus esposas, madres y hermanas de manera que el fuego las quemaría con más ferocidad y eso obligaría a las mujeres a sentir el dolor de las llamas antes de sofocar del humo venenoso.” Aun así las mujeres permanecieron con calma y benignamente permanecieron firmes hasta el fin.[8] A veces aun las sufrientes retaron a sus verdugos a seguir la cruz y los corregían insistiendo que no fueron rebautizadas, pues fueron bautizadas sólo una vez por su fe en Cristo, puesto que el bautismo bíblico fue para los creyentes. No fueron beligerantes o débiles ya que estaban seguras que Dios guardaría sus promesas.

            Concluimos, pues, que a pesar de que habían pocas copias de la Biblia y el analfabetismo proliferaba, las mujeres demostraron conocer bien la Escritura y pudieron contestar las preguntas que les hacían.

El discipulado: su visión para la vida y la teología

Para los anabautistas la esencia de la fe cristiana fue el discipulado lo cual a su vez moldeaba sus interpretaciones de la Escritura, la iglesia, el bautismo, la disciplina en la iglesia y la libertad religiosa. Significaba una relación vivida como discípulo del Señor Jesucristo. Abrazaron los pasajes de la gran comisión en Marcos 16 y Mateo 28 y otros, como un patrón para desarrollar la iglesia bajo el señorío de Cristo. La predicación y la fe los llevaban al sometimiento en el bautismo. Significaba negar al diablo, desechar la lujuria carnal y desear vivir una nueva vida con una buena consciencia hacia Dios. Y sólo el poder de la fe, no el bautismo, hacía posible el renacimiento. Sin la entrega a Cristo el bautismo no servía para nada. Este patrón era bíblico y ellos no anhelaban meramente a reformar la iglesia, sino restaurarla conforme a las enseñanzas neotestamentarias. Su concepto de la iglesia puede ser definido como “una congregación restaurada, reunida o una hermandad de creyentes bautizados bajo disciplina y separados del mundo y del estado.”[9]

De manera que los anabautistas no sólo se entregaron a seguir a su Señor por medio del bautismo, sino que se convirtieron en miembros de una congregación local al someterse a esa ordenanza. Mediante el bautismo el creyente se comprometió vivir una vida de piedad y esperaba que la congregación lo mantuviera responsable (comp. Mt 18). Aunque la congregación podría disciplinar a sus miembros, con la esperanza de restaurarlos al compañerismo, nunca podría “obligar su creencia o sumisión mediante la espada.”  No tenía el derecho del dominio sobre la consciencia del pueblo.

Garrett especificó la deuda a los anabautistas por este discernimiento cuando dijo: “Los anabautistas fueron los primeros en cuestionar todo el concepto de que el ser ciudadano significaba también ser un eclesiástico y a la vez el ser eclesiástico quería decir ser un ciudadano.”[10] Son dos cosas distintas contrario al concepto prevaleciente en ese tiempo cuando la religión del gobernante determinaría la religión de su pueblo. Los anabautistas retaron este concepto. Para los anabautistas “una congregación de creyentes fue algo separado del estado civil. Podría ser un ciudadano y no pertenecer a la iglesia del estado. La iglesia fue un lugar para la comunidad de fe a reunirse basado en la confesión y la entrega. Ese paso fue seguido por un acto tan importante que muchos fueron ejecutados debido a él—el bautismo de creyentes.”[11] Definitivamente los anabautistas creían en la libertad de culto.

Conclusión

¿Cuál es la relación de los anabautistas y los bautistas contemporáneos? Los primeros bautismos de los Anabautistas Suizos ocurrieron en 1526, pero no se estableció la primera iglesia bautista en Inglaterra hasta casi 100 años después.[12] ¿Tuvo alguna relación las iglesias bautistas inglesas con los anabautistas del Siglo XVI? ¿Tendrán algo que ver con los bautistas del Sur en el siglo XXI?

En cuanto a la primera pregunta podemos afirmar que los estudiosos no concuerdan del todo en cuanto a la relación de los dos grupos, pero el estudio de la Biblia fue la fuente principal de los bautistas ingleses. No obstante, algunos de sus líderes tenían conocimiento y contacto con algunos anabautistas y con algunos de los debates sobre las dos formas principales del bautismo en su país donde dominaba el bautismo infantil de la Iglesia Anglicana mucho más que el bautismo de los creyentes, pero evidentemente los bautistas ingleses simpatizaron más con las enseñanzas de los anabautistas. Tal vez en futuros estudios los historiadores arrojarán más luz sobre la conexión o falta de relación entre los dos grupos.

            Mientras tanto, un educador concluyó que los anabautistas tenían varios distintivos o convicciones que los bautistas del Sur deberían defender hoy:

●Primero, los anabautistas estaban dedicados a la autoridad de la Escritura y de su confiabilidad.

●Segundo, estaban dedicados a tener iglesias con una membresía regenerada la cual servía de base para una disciplina eclesiástica regenerada entre sus iglesias.

●Tercero, los anabautistas demostraban una valentía sin titubear, aun en momentos de persecución y los bautistas del Sur deberían imitarlos demostrando su propia valentía.

●Cuarto, los anabautistas defendían el señorío de Cristo y las iglesias bautistas deberían operar bajo su señorío.

●Quinto, los anabautistas rechazaron la intromisión o interferencia del estado con su teología y las prácticas de las iglesias y defendieron la libertad de culto.[13]

 

 

 

(SD anabautistas)

 

[1] “Los anabaptistas y la separacion de iglesia y estado,” Las Doctrinas Sanas y las Sectas Malsanas, Tomo IV:156-151.

[2] “La vida de Martin Lutero y su aportacion al movimiento Cristiano,” DSySM IV:182-190.

[3] “El reformador Juan Calvino: su vida y sus obras,” DSySM IV:167, 172-181.

[4] The Radical Reformation (Philadelphia: The Westminster Press, 1962).

[5] Keith Collier en “Anabaptist Scholarsip at Southwestern,” Southwestern News (Fall 2012),  26-31 cita a James Leo Garrett Jr., 26.

[6] Keith Collier, “Anabaptist Origins,” Southwestern News (Fall 2012), cita a William R. Estep Jr. en su libro The Anabaptist Story; ver p. 10.

[7] Benjamin Hawkins, “Discipleship: The Anabaptist Vision for Life and Theology,” Southwestern News (Fall 2012); ver p. 19.

[8] Sharayan Colter, “Anabaptist Womanhood,” Southwestern News (Fall 2012); ver p. 34.

[9]Hawkins cita a Garrett, 22.  

[10] Hawkins cita a Garrett, 23.

[11] Hawkins cita a Garrett, 23, 24.

[12] “Cuatro siglos de testimonio bautista,” Las Doctrinas Sanas y las Sectas Malsanas,” Tomo 7, pp. 168-172. Ver también, “Los orígenes antiguos y modernos del pueblo bautista (3 partes) ,” DSySM, V:50, 56-59; 66-70; 101-106; “Los evangélicos en PR desde el siglo XIX,” DSySM, II:8-12; y Justo Anderson, Historia de los Bautistas, Tomos 1, 2 y 3 (El Paso: CBP, 1990); “Distinctivos bautistas,” DSySM, Tomo 7, pp. 228-229.

 

[13] “A line in the sand,” Southwestern News (Fall 2012) cita a Paige Patterson, p 24.

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