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“Preguntas que la gente hace sobre la historicidad de Jesús,” Tomo IV:24, 27-30
Por:  Dr. Donald T. Moore

¿Existe evidencia suficiente para probar su vida histórica?

            A veces los inconversos y los escépticos dicen que Jesús nunca vivió, pues fue nada más que un personaje mitológico. La Gran Enciclopedia Soviética, la segunda edición con 53 tomos, tiene solamente dos líneas acerca de "Jesús" (Vol. XVII, 1952, 523). Dice con extrema brevedad: "el nombre del fundador mitológico del cristianismo." Como "fundador mitológico" se quiere indicar que Jesús nunca vivió y por ende los cristianos inventaron la idea de su existencia. Esto revela el prejuicio ideológico de los redactores que eran ateos y comunistas. No refleja un juicio basado en los datos históricos.

            Del siglo I y II d.C. existen tres clases de fuentes[1] sobre la vida histórica de Jesús: las judías, las paganas y las cristianas. Para evitar que nos digan que tenemos prejuicios a favor de Su historicidad, discutiremos primero las fuentes judías, las cuales demuestran una hostilidad hacia El. Son principalmente dos, un libro clásico de Flavio Josefo y el Talmud Babilónico, un volumen espiritual importante para los judíos.

            Flavio Josefo (c. 37-100 d.C.) provee el primer testimonio no cristiano acerca de la historicidad de Jesús. A la edad de 19 años este importante historiador y líder político del siglo I se hizo fariseo y seguía siéndolo nominalmente hasta su muerte. En Jerusalén en el año 70 d.C. aconsejó a los judíos a rendirse a los soldados romanos que sitiaban la ciudad. Cuando la ciudad cayó en manos del ejército del Imperio, los romanos lo llevaron a Roma donde escribió el libro Antigüedades judías, el cual hace un recuento abarcador de la historia judía hasta el año 93 d.C. Dos pasajes del libro se refieren a Jesús. El primero, el largo (XVIII.iii.3), dice que Jesús fue un sabio, un hacedor de milagros, un maestro de hombres y que muchas personas lo seguían. Luego afirma que "él era el Cristo" a quien Pilato condenó a la muerte en la cruz, pero revivió el tercer día. Los eruditos han concluido que en toda probabilidad unos escritores cristianos insertaron este pasaje antes del siglo IV, pues sus afirmaciones explícitas son demasiado cristianas para un judío como Josefo.

            El segundo pasaje es corto (XX.ic.1) y aparece en el contexto de una referencia al enjuiciamiento de Jacobo (Santiago) ante el Sanedrín, el tribunal supremo judío. Le identificó a éste de la siguiente manera: "el hermano de Jesús que se llamó Cristo ....". Los eruditos han concluido que este pasaje es indiscutiblemente genuino, pues no afirma que Jesús era el Cristo sino dice que fue llamado como tal. Lo que está claro es que Josefo reconoció a ambos a Jacobo y a Jesús como hombres históricos lo suficiente sobresalientes para mencionarlos por nombre. De hecho Josefo identificó a Jacobo por Jesús lo cual sugiere que éste tenía más fama que el primero. Es evidente que este historiador judío aceptaba a ambos como figuras históricas que vivían en Palestina en el primer siglo.

            En el Talmud Babilónico, que se puso por escrito en el siglo V d.C., aparece una acumulación de documentos judíos mucho más antiguos que dicha fecha. Los mismos contienen distorsiones, animosidades y comentarios libelosos en contra de Jesús y su madre. Contiene seis referencias acerca del fundador del cristianismo: Le identifica como un bastardo, o sea, un hijo ilegítimo de una mujer que fuera seducida por un amante llamado Pandera. Hizo sus obras maravillosas con el propósito de engañar a la gente, usando los artes mágicos que había aprendido en Egipto. El llamó a sí mismo Dios. El Sanedrín, el tribunal supremo judío, lo enjuició como un engañador y maestro de apostasía de la religión hebrea. Fue ejecutado el día anterior a la pascua, pero no está claro si fuera crucificado, ahorcado o apedreado a la muerte. Identifica cinco de sus discípulos como Matthai, Neqai, Netzer, Buni y Thodah. Al comienzo de la evaluación de estas afirmaciones del Talmud cabe señalar al concluir que estos documentos judíos no nos proveen ningún dato histórico nuevo acerca de Jesús que no nos proporcionan los cuatro evangelios. No obstante, nos sirve de testimonio independiente de la vida histórica de Jesús de Nazaret, pues indiscutiblemente este libro espiritual judío provee evidencia para su vida. Además, concuerda con fuentes cristianas en que Jesús tenía poder para hacer milagros y que reclamaba ser Dios. Evidentemente en el proceso de la transculturación la palabra griega para virgen (Parthenos) se confundió con el nombre común y muy conocido de Pandera. El único nombre de los cinco discípulos que se parece a uno de los doce apóstoles es el primero, el cual nos hace pensar en Mateo.

            Además de fuentes judías de los primeros dos siglos que hacen referencia a Cristo como una figura histórica, existen documentos de cuatro escritores paganos. Ellos no tendrían motivo alguno para mencionarle a menos que fueran convencidos de Su historicidad. El primero, Plinio el Joven (c. 62- c. 113 d.C.), fue gobernador de la provincia romana de Bitinia cerca del Mar Negro. En una carta (c. 112 d.C.) que escribió al emperador Trajano indicó que los cristianos se reunían en determinado día y que cantaban himnos antifonalmente "a Cristo como si fuera un dios." Por implicación se deduce que Jesús no era nada más que un ser humano.

            El segundo escritor pagano que hace mención de Jesús en su carácter histórico fue Público Cornelio Tácito (c. 55 al c. 117 d.C.), un historiador romano. En su obra Anales al describir la persecución de los cristianos en Roma dijo que el emperador Nerón culpó a los cristianos por haber pegado fuego a Roma y que el nombre de ellos "proviene de 'Christus,' quien fuera condenado a la muerte por el procurador Poncio Pilato durante el reinado de Tiberio como emperador" (Anales, XC.44). En una evaluación de esta afirmación conviene reconocer que universalmente Tácito tiene una reputación como uno de los historiadores romanos más confiables. No escribía apasionadamente sino sobriamente e informaba los datos históricos con precisión. Por lo tanto, es muy significativo que establece la fecha de la muerte de Cristo durante el reinado de cierto emperador romano y especifica el nombre del procurador de Judea quien era un contemporáneo de Jesús.

            Tranguilo Suetonio (c. 69-c. 121 d.C.) fue contemporáneo de los dos escritores paganos ya mencionados. Como secretario del emperador Hadrián tenía acceso fácil a los archivos oficiales del Imperio Romano que le servían muy bien para escribir una historia popular sobre Las vidas de los doce césares, que fue publicado para el año 120 d.C. El capítulo XXV sobre el emperador Claudio hace referencia a la expulsión de los judíos de Roma, diciendo que ellos "causaban problemas constantemente bajo la influencia de 'Chrestus' [sic.: Christus]."

            El cuarto pagano que hace mención de Cristo fue Luciano de Samosata (c. 125-192 d.C.), un satirista griego. Se burlaba de un hombre clavado a una estaca en Palestina quien fuera adorado todavía en sus tiempos. Asimismo burlaba de varias enseñanzas de los seguidores de este criminal ejecutado por el Imperio.

            A base de los seis documentos judíos y paganos, ninguno de los cuales estaban prejuiciados a favor de la existencia histórica de Jesús, podemos concluir que su testimonio es muy poco y muy limitado. Especifican aspectos tanto negativos como positivos de parte de Jesús. No obstante, es más de lo suficiente como para comprobar, aun sin valernos de los escritos del Nuevo Testamento, que Jesús fuera una figura histórica que vivía en Palestina durante los primeros años del primer siglo, que reunía a un grupo de discípulos y que fuera condenado a la muerte por Poncio Pilato. Con toda esta evidencia -- sin tomar en cuenta documento alguno cristiano -- los eruditos competentes en la materia en los albores de este nuevo milenio se encuentran imposibilitados de negar la vida histórica de Jesús. Así que a base de la evidencia judía y pagana, sin la necesidad de recurrir a la evidencia cristiana, cualquier tribunal de ley declararía a Jesús una figura histórica.

            Pero en adición a las fuentes judías y paganas, existe mucha evidencia cristiana. Ningún erudito dice que toda ella es una falsificación o fabricación. Existe mucha evidencia ampliamente diseminada por escritores que no escribieron ningún evangelio, como por ejemplo lo que apuntaron los cristianos en lugares como las catacumbas de Roma. No obstante, los documentos más extensos y completos son los cuatro evangelios que muchos eruditos fechan durante el primer siglo (Marcos 65-70 d.C., Mateo 70-80 d.C., Lucas c. 70 d.C. y Juan 80-100 d.C.).[2] Fueron escritos por cuatro contemporáneos de Jesús, dos de los cuales eran apóstoles, y los otros dos tenían contacto directo con algunos apóstoles y discípulos del Señor. Todos estos evangelios coinciden en ciertos datos acerca de la vida de Jesús, sus obras y sus enseñanzas. Asimismo reconocen el propósito de Jesús de ayudar en las necesidades espirituales de la gente. Todos describen a Jesús como el Mesías, Señor y Salvador que nunca pecó y reconocen su carácter humano-divino. Toda esta evidencia judía, pagana y cristiana prueba abrumadoramente la vida histórica de Jesús y sólo los más fanáticos que quieren ostentar una ideología personal y aquellos que no han querido tomar la molestia de investigar objetivamente la evidencia existente la negarían.

 

  [1]Bruce Metzger, The New Testament (Nashville: Abingdon, 1965), 73-78.

  [2]Everett F. Harrison. Introducción al Nuevo Testamento (Grand Rapids: Libros Desafío, 1999), 180, 170, 197, 213.

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